Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100373
Legislatura: 1894-1895
Sesión: 13 de Noviembre de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 3, 26-28
Tema: Discurso sobre crisis ministerial (presentación del nuevo Gabinete)

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Comprenderá el Senado lo difícil de la situación en que me ha colocado el Sr. Duque de Tetuán, porque yo no tengo inconveniente en contestar concretamente a todas y a cada una de las observaciones que se ha servido hacer S. S., sino porque, en realidad, lo que estamos haciendo aquí es quitar el derecho que el Congreso tiene a la interpelación, derecho reconocido por S. S. mismo, porque, después de todo, ¿qué ha hecho el Sr. Duque de Tetuán más que explanar una interpelación sobre las ligeras indicaciones que yo he tenido por conveniente hacer a la Cámara?

Su Señoría ha tratado, en efecto, todos los puntos que puede comprender la interpelación, y realmente a mí me coloca S. S. en una situación difícil, porque yo no quisiera que se creyese el compañero de S. S., el Sr. Duque de Tetuán a desflorarla aquí, a examinarla aquí, a desarrollarla aquí antes que allí. De todos modos, la responsabilidad sería de S. S. por lo que ha hecho; pero no quiero que sea mía por lo que haga yo. [26]

Por lo demás, S. S. no está en lo cierto al suponer que ha habido por parte del Gobierno falta ninguna de consideración al Senado, al cual el Gobierno guarda y guardará siempre, como ha guardado constantemente, todos los respetos que le son debidos.

La dificultad ha sido que el Gobierno, y sobre todo su Presidente, no tienen el don de la ubicuidad; y abriéndose las Cortes antes en el Congreso que en el Senado, creyó el Gobierno de S. M. que iba a constituirse antes la Cámara de Sres. Diputados que este alto Cuerpo, y esperó a que se constituyera el Congreso para hacer la declaración que hizo.

Es más, esto hubiera sucedido sin un accidente que ocurrió en una de las votaciones, que hubo de repetirse. Pero como ya estaba allí y no sabía a punto fijo a qué hora iba a concluir de constituirse el Congreso, estaba esperando a que no se constituyera para decir las pocas palabras que dije, muy semejantes a las que he tenido el honor de expresar aquí. En cuanto terminé, pregunté lo que había pasado en el Senado, y se me contestó que se había ya levantado la sesión, sin lo cual yo hubiera venido a esta Cámara a hacer las declaraciones que ahora he hecho. Por eso protesto contra la duda, siquiera existiese, de que el Gobierno haya tenido la menor intención de cometer la más pequeña falta de consideración y de respeto a esta Cámara. Ni ¿para qué había yo de hacer eso? ¿Qué interés tenía en ello el Gobierno? De ninguna manera; si no lo hice ayer, fue porque no pude; pues si hubiera tenido a tiempo conocimiento de la hora en que quedaba constituido el Senado, habría venido un momento al empezar allí las votaciones para hacer ante esta Cámara la declaración que después hice en el Congreso, y volver luego allí.

Yo desearía que al Sr. Duque de Tetuán y a todos los Sres. Senadores satisficieran estas explicaciones que acabo de dar, porque no habría para mí nada más desagradable que la duda, siquiera la duda, de que al Gobierno hubiera podido faltar a los respetos y consideraciones que debe al Senado y al parlamento.

También S. S. en eso, que no sé cómo llamar si no la denomino interpelación, porque de otra manera no comprendo cómo el Sr. Duque de Tetuán ha podido emplear el tiempo que ha ocupado; también S. S., digo, ha supuesto que en el Gobierno no hay unidad de pensamiento. Pues está perfectamente equivocado, y el tiempo irá desengañando a S. S:, y verá que en todos los proyectos de ley que va a presentar el Gobierno a los Cuerpos Colegisladores, que en el desenvolvimiento de su programa, en el desenvolvimiento de los puntos que S. S. ha tocado, habrá perfecta unidad de pensamiento y que se presentarán las reformas perfectamente concretas. Pero ¿qué es lo que se propone S. S.? ¿Es que trata de discutir los proyectos de ley antes de que lleguen? ¿Se trata de eso? Pues entonces no habrá, tampoco inconveniente: lo trataremos en la interpelación.

¿Cómo va a presentar el Gobierno la cuestión de las reformas de Ultramar?¿Es que se quiere discutir esto antes de que el Gobierno presente su pensamiento?¿Es eso bueno, es conveniente y correcto? Yo creo que no. Su señoría se convencerá de que el Gobierno, en esa como en todas las cuestiones, presentará su pensamiento concreto y con completa unidad.

¿Vamos ahora a descender a todos los detalles de esos problemas que el Gobierno ha de desenvolver en proyectos de ley? No me parece correcto ni conveniente?

Lo que sí puedo decir a S. S. es que, en punto a las reformas de Ultramar, el Gobierno está animado de un espíritu de transacción grande, nacional, que aúne las mayores voluntades posibles, que reúna a su alrededor la mayor suma de adhesiones, y que, fiando en los partidos, espera que el concurso de todos haya el acuerdo necesario para que las reformas que han de ser pronto discutidas y aprobadas, puedan plantearse en medio de una paz inalterable en los ánimos y una sincera y fecunda concordia en las ideas.

Ésta es una idea general que puede ofrecer el Gobierno al Senado antes de presentar el proyecto de ley con sus diversos artículos. Más no se ha pretendido nunca, pero yo veo al Sr. Duque de Tetuán dispuesto a discutir el proyecto de ley de reformas de Cuba antes de que venga a esta Cámara. Por el pronto, vamos a discutir el que está sobre la mesa del Congreso y acerca del cual ha recaído el dictamen de una Comisión, y ya vendrá todo lo que deba venir, después de oír a los interesados de una y otra parte de la Península y de Cuba en el porvenir y bienestar de aquella importante región.

Respecto de la cuestión arancelaria, ¿qué más puede S. S. desear que lo que he dicho, sin presentar sobre ello un pensamiento concreto en un proyecto de ley?¿No se ha dicho, tan claramente como se puede decir, cuál es el pensamiento del Gobierno, sin necesidad de detallar las reformas antes de ser expresadas en un proyecto de ley?¿No le he dicho a S. S. que para obviar las dificultades que presenta la aprobación de los tratados el Gobierno ha tenido que buscar el camino que cree más expedito y el único para resolver esas dificultades?

Porque lo que no se puede hacer es que los tratados convenidos con otras Naciones estén un mes y otro mes en el Parlamento sin saber cuándo han de discutirse y sin dar dictamen, y como eso no se puede hacer, y sin embargo se hace, y el Gobierno no lo puede evitar, ha buscado otro procedimiento que no es opuesto en modo alguno al de los tratados, porque después de todo, lo mismo da deducir de los tratados una columna convencional como resultado de las tarifas anejas, que concertar los tratados con arreglo a una tarifa de antemano establecida. Esto es lo que va a hacer el Gobierno; esto es lo que piensa hacer el Gobierno y lo que propondrá a las Cortes con los detalles necesarios en un proyecto de ley.

Pero dice también S. S.: ?¿Qué se va a hacer de los tratados? Los va a retirar el Gobierno?? No. Los tratados no pueden retirarse sin el acuerdo con las Potencias con las cuales hemos tratado (El Sr. Marqués del Paso de la Merced: Entonces, subsisten), y mientras no haya ese acuerdo, los tratados serán reproducidos.

Ahora bien; ¿es que el partido conservador ayuda a que los tratados se discutan? Pues, enhorabuena; vamos a discutirlos. Pero como no ayuda y no se pueden discutir, el Gobierno tiene derecho a buscar por otro procedimiento aquellos fines que se proponía en esos tratados. ¿Es que caben todos los tratados dentro de esa columna adicional? Pues entonces [27] los tratados quedan aprobados. ¿Es que no caben? Pues entonces trataremos de nuevo con las Naciones cuyos tratados se encuentren en este último caso.

No dirá S. S. que no soy claro y explícito, porque a mí no me duelen prendas cuando procedo con la buena fe con que debe proceder todo Gobierno. Eso mismo es lo que he dicho siempre: lo que yo quiero lo debe querer todo buen español, y más que todo buen español, todo Gobierno que cumpla con su deber, para no desatender los intereses generales del país, para no sufrir las frialdades y desvíos de las Naciones extranjeras, con lo cual no gana nada España. Eso es lo que yo quiero: que la cuestión de los tratados se resuelva, porque es deber de los Parlamentos el resolverla, y no se puede tener a las Naciones en la situación en que se las tiene, y para que se resuelva buscamos el único camino hoy posible; pero si se me facilita otro, lo acepto con mucho gusto, y lo acepta también el Gobierno.

De Marruecos ha hablado también S. S. Yo no sé en esa cuestión cómo S. S. ha traído por los cabellos que nosotros tratamos de eludir responsabilidades para echarlas sobre la Corona. (El Sr. Duque de Tetuán: No he dicho eso) Eso había yo entendido, pero me alegro haberlo comprendido mal, porque S. S. se expresa con bastante claridad, y, por tanto, debe consistir en mala inteligencia mía. (El Sr. Duque de Tetuán: No me habré expresado con bastante claridad.)

Respecto a Marruecos, ¿qué quiere S. S. que yo le diga? Lo único que puedo hacer es decirle la conducta que ha seguido el Gobierno. La conducta es ésta, y S. S. puede sobre ella discurrir.

Las circunstancias por que atraviesa Marruecos son harto difíciles para que el Emperador actual pueda cumplir en todas sus partes el tratado de Marrakech. Yo no tengo necesidad de explicar lo que pasa en Marruecos, porque no hay ningún español que no lo sepa y S. S., que se dedica a estas cosas, y con especialidad al estudio de los asuntos exteriores, lo conoce mejor que yo. Pero, en fin, nadie ignora las dificultades inmensas que se le ofrecen al Emperador de Marruecos para cumplir el tratado de Marrakech.

Pues bien, el Emperador de Marruecos ha suplicado que, en virtud de esas dificultades, se le espere para llevar a cabo el cumplimiento de algunos de los artículos del tratado de Marrakech, porque las fuerzas que había de emplear para hacer observar dicho tratado las necesita para afirmar sus poderes y asentar su trono, que todavía no lo tiene bien asentado.

Ahora bien, sabiendo el Gobierno español, como sabe por mil pruebas, que los deseos del Emperador actual son cumplir, cuanto antes mejor, los compromisos de su padre, el Gobierno de S. M. no ha mostrado inconveniente en establecer una política de espera para el cumplimiento de algunas de las partes del mencionado tratado, porque otra política, además de estéril en lo que se refiere a la observancia del tratado, sería poner dificultades al Sultán y debilitar su acción cuando más necesitado está de fuerza y de autoridad. Y a la Nación española no le conviene debilitar la acción del Sultán, porque ya sabe S. S. cuáles serían las consecuencias para nuestro país.

Resulta, pues, que la justicia y la conveniencia aconsejan ceder a los ruegos del Sultán. ¿es que esta espera es indeterminada? No, porque el Sultán pide sólo que se espere mientras duren las dificultades que le impiden cumplir ciertas partes del tratado, porque lo que no se puede hacer, no se hace.

¿Quiere más claridad S. S. respecto a la conducta del Gobierno y a la política que piensa seguir en África?¿Es posible ser más explícito?

Por lo demás, el Gobierno piensa someter su conducta a las Cortes en su día, para que la aprueben o desaprueben, pero comprenda el Sr. Duque de Tetuán (al menos yo así lo creo) que no estábamos en ese caso hoy, porque sería entrar en el desenvolvimiento de la interpelación anunciada ayer en el Congreso y hoy en el Senado. He empezado por decir que lo mismo me da que se explane primero en un sitio que en otro; pero convengamos en que S. S., sin querer, la ha explanado hoy aquí, y yo, sin querer también, la he contestado, aunque sea muy brevemente.



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